3 de noviembre de 2016
El escritor y periodista José
Gordon, conductor del programa de televisión La oveja eléctrica y de las
cápsulas Imaginantes, ofreció en Morelia una charla sobre ciencia y literatura,
dentro del programa de actividades de la IX Feria Nacional del Libro y la
Lectura Michoacán 2016.
Gordon inició su charla lamentando que
nuestro pensamiento esté "encasillado" en conceptos difíciles de
superar. Afirmó que nos cuesta trabajo entender conceptos, como el planteado
por Jorge Luis Borges en el cuento Jardín de los senderos que se bifurcan, en
donde el personaje llega a una encrucijada pero, en vez de elegir entre tomar
un camino u otro decide por ambos, multiplicándose a sí mismo. Lo mismo ocurre
en la ciencia, en donde ya se plantean conceptos como que dos partículas pueden
estar en dos lugares al mismo tiempo.
En entrevista para la Agencia
Informativa Conacyt, el escritor subrayó la importancia de la divulgación de la
ciencia para ampliar las fronteras del pensamiento.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo podemos abrir nuestra mente a conceptos que no habíamos imaginado?
José Gordon (JG): Una herramienta que nos abre boquetes en la caja de lo preconcebido es
la lectura, que nos ayuda a salirnos de nosotros mismos e ir más allá de los
límites. La ciencia y la literatura nos llevarán a pensamientos inéditos.
Porque la ciencia es finalmente una
narración del mundo. Claro que tiene sus instancias de investigación y sus
metodologías pero en el momento de comunicarla vamos a tener que narrar, eso no
tiene vuelta de hoja, si queremos hablar de un hallazgo o de un descubrimiento
utilizaremos necesariamente el lenguaje que usamos diariamente.
Entonces nos enfrentamos a un problema
muy serio: cómo comunicar el espíritu del contenido que vamos a transmitir, de
las matemáticas o un estudio científico, sin traicionarlo. Lo que hemos querido
hacer en La oveja eléctrica, programa de ciencia y pensamiento de Canal 22, es
hablar con los protagonistas de la ciencia, a través de charlas. Es muy
interesante porque los científicos dejan de dirigirse a la gente en lenguaje
powerpontiano para establecer un diálogo real con la otra persona. La
experiencia es muy grata porque los científicos sienten que están honradas sus
palabras y, a la vez, se logra transmitir la ciencia a quien tiene inquietud de
aprender.
En literatura ocurre lo mismo, no hay
sustituto para la experiencia de leer directamente un libro o una novela, pero
si quieres transmitir al otro por qué es importante leerla, se tiene que
propiciar un diálogo en donde haya conocimiento y fidelidad a la voz del autor.
Es necesario poner atención a lo que nos dice y esto implica un compromiso de
investigación en términos periodísticos pero, sobre todo, de respeto y
fidelidad para dar a conocer lo que están realizando los científicos mexicanos.
A la vez, ocurre que los mismos
novelistas y científicos se sorprenden a sí mismos de poner su conocimiento en
palabras entendibles por una mayoría.
Recuerdo una charla que tuvimos en La
oveja eléctrica con el Premio Nobel en Física George Smoot. Te das cuenta de
los grandes mapas literarios que tiene, es entonces que la discusión se abre a
matices más finos.
Finalmente, lo que prevalece ahí es la
pasión por entender y nos encontramos con científicos maravillados por un
haiku, que lo comparan con una ecuación matemática, ambas son formas de
condensar la información de una manera tan intensa y tan exacta que produce una
sensación de asombro.
Es por ello que decimos que no sabe la
gente lo que se pierde por no tener cultura científica, lo mismo ocurre cuando
no tenemos cultura literaria, nos perdemos de ventanas que nos abren más
mundos.
Creo que hoy como nunca necesitamos una
población informada de lo que son las soluciones basadas en el conocimiento. No
estoy hablando de una tendencia cientificista que puede ser reduccionista sino
más bien de la importancia de resolver problemas con pensamiento crítico,
ordenado, inteligente, sistemático y creativo a la vez.
AIC: ¿Nuestra
educación contribuye a encerrarnos en estos viejos conceptos?
JG: En esos
paradigmas nos encerramos nosotros mismos pero también nos quieren situar los
otros. El escritor Bernard Shaw recibió una carta con una sola palabra:
imbécil. Cómo escapar ante una sentencia tal del otro. Él lo hizo de una forma
muy creativa, aseguró que en muchas ocasiones había recibido cartas sin firma
pero era la primera vez que recibía una firma sin carta.
Es decir, tenemos que usar la
creatividad para salirnos de la forma en que tradicionalmente estábamos
entendiendo la naturaleza. Eso será parte de la historia de la ciencia del
siglo XXI. Si bien se abren muchas polémicas, también se transforma en un
intercambio creativo. Es necesario volver a tener curiosidad, retomar nuestra
capacidad de asombro, volver a hacer preguntas una y otra vez, porque esa es la
forma en que avanza el conocimiento. Hay que poner en juego el pensamiento
crítico, pero también la imaginación que es, asimismo, el motor de la
investigación.
La ciencia debe apostar a la vez por la
aplicación que nos ayuda a resolver problemas cotidianos y por resolver
preguntas que quizás en algún momento puedan tener un uso. El mexicano Samuel
Gitler investigó conceptos matemáticos por curiosidad y veinte años más tarde
contribuyen enormemente a la robótica.
AIC: ¿Cómo lograr que los jóvenes se interesen por la ciencia y se abran a
estos nuevos conceptos?
JG: Para mí es un
gozo que se me acerquen algunos jóvenes y me digan que han despertado su
vocación científica a partir de que vieron La oveja eléctrica.
Podemos culpar a los jóvenes de que se
quedaron jugando con las nuevas tecnologías, cuando fuimos nosotros quienes no
tuvimos la capacidad de contarles los relatos del siglo XXI y que se vuelvan a
emocionar con el descubrimiento del mundo que les rodea.
Lo creativo es cuando se usa la
tecnología para tocarnos los unos a los otros, no para fugarnos. Lo interesante
es que los jóvenes sí tienen esa capacidad si respetamos su inteligencia. En
los círculos universitarios, cuando se supone que solamente están interesados
por sus pequeños mundos, cuando aparecían personajes como Ernesto de la Peña o
Carlos Fuentes, los auditorios estaban llenos porque se sabía que ahí había
mapas de conocimiento que iban a ensanchar su mirada.
Hay un relato que me conmueve de Roger
Zelazny, El psicoanálisis del futuro, en donde una mujer ciega acude con un
psicoanalista, ambos están conectados por aparatos que les permiten transmitir
imágenes mentales, por lo que no es posible mentir con la palabra. Esto
significa un impacto emocional fortísimo para el doctor porque está recibiendo
el mundo del otro. La mujer se encuentra tan satisfecha que le insiste en que
la ayude a ser psicoanalista del siglo XXI. Él responde que no es posible
porque es ciega, pero se le ocurre que puede transmitirle de cerebro a cerebro.
Es así que primero logra ver unas formas, luego una colina y la lleva a un lago
a donde se asoma y ve su rostro, su propia mirada a través del otro.
Esta máquina del psicoanálisis del futuro es un símil de lo que logran la ciencia y la tecnología y su comunicación en nosotros: extender nuestra mirada. A la vez, la poesía logra tocarnos íntimamente y comprender nuestras miradas.
Fuente: Agencia Informativa Conacyt