29 de septiembre de 2016
La sonda Rosetta nos habrá dejado
mañana para siempre. Esta nave algo más grande que un frigorífico ha hecho
historia, junto a su hermana Philae, al ser las primeras en acompañar a un
cometa en su viaje hacia el Sol y aterrizar sobre él. Estos días, los
ingenieros de la Agencia Espacial Europea (ESA) preparan un último "más difícil
todavía": posar a Rosetta al lado de una fosa del cometa
67P/Churyumov-Gerasimenko, donde podría estar la clave para descifrar el origen
de la vida en el Sistema Solar, y que todo el mundo se emocione al verlo en
directo.
"Va a ser como tirar un dardo,
desde que Rosetta encienda sus propulsores para bajar no tendremos ningún
control sobre la nave", dice Mark McCaughrean, asesor científico en la División
de Ciencia de la ESA.
Esta noche, la nave ejecutará la
"maniobra de colisión" para abandonar su órbita y descender hacia los
amenazadores acantilados de su cometa. Será un camino de 19 kilómetros en los
que avanzará a unos 80 centímetros por segundo, la velocidad de una persona
caminando. Es la forma de exprimir al máximo sus últimas horas de vida en
cuanto a datos científicos, pero también garantiza que no se pierde para
siempre. Debido a la ínfima gravedad en el 67P, "basta con saltar cuatro
centímetros" para salir disparado a la inmensidad del espacio desde la
superficie, comenta McCaughrean, que recientemente visitó Madrid para dar una
charla en la Fundación BBVA.
La nave debe posarse en un lugar
bautizdo como Deir-el-Medina, un pozo de 150 metros de diámetro, pero sin caer en
él. "Hay bastante incertidumbre, por ahora lo que sabemos es que aterrizaremos
dentro de un área de unos 700 metros por 500", detalla el científico de la ESA.
El mismo día de la colisión se sabrá el lugar de aterrizaje con un margen de
pocos metros y también la hora casi exacta a la que Rosetta vivirá su instante
final.
"Ayer por la noche [por anteayer]
hicimos un último test de toda la secuencia y todo parece estar bien", explica
Raymond Hoofs, asesor de operaciones científicas de la ESA y uno de los encargados
de crear la programación que guía a la nave hasta su muerte. Esos comandos son
luego enviados al centro de control en Darmstadt, Alemania, desde donde se
mandan a Rosetta. Hoofs dice que hay muchas probabilidades de éxito, pero no
tantas como algunos creen. "La última vez fuimos tan precisos con el aterrizaje
de Philae [la sonda que viajaba con Rosetta] que todo el mundo está muy
confiado, pero esta vez es más difícil". Todo depende, dice, de que la maniobra
con el propulsor de esta noche sea perfecta.
Ninguna nave estuvo nunca así de cerca de un
cometa y pudo retratar su descenso con tanta precisión. "Hasta ahora lo más
cerca que hemos estado del 67P es unos 2 kilómetros, pero, cuando estás a unos
50 metros, hay mucho más gas y polvo y, si hay algo extraño o único en ese
material, posiblemente lo veamos", señala McCaughrean. Se refiere a moléculas
orgánicas como aminoácidos, que son la base de las proteínas, y otros
compuestos básicos del ADN, la molécula fundamental para todas las formas de vida
conocida.
Los cometas son como un fondant
explosivo, recubiertos de polvo y rellenos de hielo y otros compuestos. Cuando
se acercan al Sol, el agua helada se evapora y sale violentamente a la
superficie dejando una característica cola. El polvo de la superficie colapsa y
deja al descubierto parte del relleno del cometa. Los responsables de la misión
han visto que el interior de la fosa Deir-el-Medina está cubierto de bultos
hechos de un material que "ha permanecido más o menos intacto desde los
orígenes del Sistema Solar", hace 4.500 millones de años. En la Tierra, por
ejemplo, la superficie ha cambiado mucho con la tectónica de placas y los
volcanes. Cuando el planeta aún era muy joven, el calor de la formación era tan
alto que la superficie era solo lava y no había materia orgánica ni agua. ¿Cómo
aparecieron entonces?
El Sistema Solar cambió
radicalmente unos 500 millones de años después de nacer. Ya existían los
planetas que conocemos, pero se movieron bruscamente porque sus respectivas
fuerzas gravitatorias se repelían. Cuando Urano y Neptuno se movieron al
exterior originaron un enorme caos. Los objetos más pequeños, como cometas y
asteroides, se desbocaron y comenzaron a chocar con todo. "En esa época la
Tierra ya estaba más fría, así que el agua y las moléculas orgánicas llegadas
por un impacto podían sobrevivir en la superficie", comenta McCaughrean. La
teoría más aceptada, dice, es que probablemente el agua de la Tierra llegó
gracias a impactos de asteroides. Y los compuestos orgánicos originales, a
bordo de cometas como el 67P. Mañana, "puede que Rosetta aterrice junto a la
misma fuente del origen de la vida", resalta.
Mañana, cuando sean las 10 de la mañana en la
península Ibérica, los ingenieros de la ESA enviarán a Rosetta sus últimas
órdenes. Se trata de un software que la obliga a apagarse para siempre en
cuanto sus sensores noten que ha aterrizado. "No me gusta llamarlo misión
suicida, aunque yo mismo monté un lío porque lo dije así a algún periodista",
confiesa McCaughrean. "Digamos mejor que será una muerte tranquila", bromea.
No era posible dejar la nave en
hibernación sobre el 67P porque las normativas de comunicación espacial lo
prohíben para evitar interferencias en la estrecha banda de frecuencias que
comparten todas las misiones espaciales. Y si se abandona la nave orbitando en
torno al 67P puede que se pierda para siempre sin energía en sus paneles
solares. La opción elegida es pues la única que permite "hacer ciencia" hasta
el último momento. En realidad, dice McCaughrean, obsesionado por elegir las
palabras adecuadas para el gran final, "no estamos matándola, solo hemos
elegido hacer algo asombroso antes de su final".
La sonda enviará imágenes durante
todo su descenso, hasta tres por minuto, que permitirán retratar como nunca la
zona de fosas activas de un cometa. Durante las tres últimas horas todos los
datos se recibirán con la antena de espacio profundo de la NASA en el municipio
madrileño de Robledo de Chavela, resalta Hoofs.
"Las mejores fotos serán desde
unos 100 o 50 metros de altura", explica McCaughrean. "La última podría ser
solo la superficie borrosa del cometa rodeada de negro; no será la mejor, pero
sí la más simbólica", señala.
Debido al retardo de las señales,
el final de la misión se confirmará 40 minutos después de que haya sucedido el
impacto, en torno a las 13:20, hora peninsular española. Se espera que las
últimas imágenes de Rosetta se difundan unos 15 minutos después.
Fuente: Periódico El País